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Por Manu Álvarez.
Tubacex, la empresa alavesa que fabrica tubos inoxidables sin soldadura y uno de los principales productores mundiales de este tipo de materiales, ha confirmado esta semana que sus negociaciones con el Gobierno de Cantabria han llegado a buen puerto y que construirá en esta comunidad autónoma una nueva factoría, en la localidad de Marina de Cudeyo, próxima a Santander. Mal rollito.
Que una empresa de 'casa' haga sus inversiones a 100 kilómetros y genere el empleo a esa misma distancia, revela algo trascendental: la industria vasca tiene una crisis adicional a la que se evidenció a mediados de 2007 y que nos ha situado en una larga recesión. Y quizá no es sólo de costes sino, casi tan importante o más, de talante. Cantabria, así lo ha manifestado en público esta semana el presidente de la comunidad, Ignacio de Diego, ofrece a las empresas que quieran asentarse en su territorio "paz social". No lo ha dicho en público, pero también lo hace, su Gobierno facilita el terreno para las nuevas inversiones a un coste 'arregladito'.
Tubacex va a realizar en Cantabria un proceso de transformación de sus tubos fabricados en el Valle de Ayala. Un 'bombardeo' con pequeñas bolas metálicas, que produce alteraciones en la superficie y aumenta su resistencia a las altas temperaturas. Esto es, la decisión de hacerlo en Cantabria incorpora un aumento objetivo de costes frente a la alternativa de acometer ese proceso en las inmediaciones de las actuales instalaciones de Tubacex: hay que coger los tubos, montarlos en un camión y transportarlos hasta Marina de Cudeyo. Claro que eso también lleva a una segunda derivada y no precisamente positiva. ¿Se exportarán a través del Puerto de Santander en vez de hacerlo por Bilbao? Primera conclusión: el beneficio de mover los tubos 100 kilómetros, supera los costes que ello supone. Tubacex no hace sino cumplir la guía de lo que marca el sentido común: una empresa está creada para ganar dinero. Generar valor, que dicen los directivos que esquivan el lenguaje directo para parapetarse detrás de los circunloquios.
Es fácil entender que CAF construya una planta de producción de trenes en Brasil, porque el Gobierno de ese país le exige contrapartidas industriales para adjudicarle contratos públicos de material ferroviario. También que Gamesa invierta en China si quiere competir en costes con el centenar de fabricantes de aerogeneradores del país asiático. No deja de tener su lógica industrial que Cie Automotiv instale nuevas plantas o se haga con el control de algunas que ya existían en el Este de Europa, para situarse muy cerca de las factorías de ensamblaje de los grandes fabricantes de automóviles. Pero ¿desplazarse 100 kilómetros? No puede haber razones geoestratégicas porque la práctica totalidad de estos tubos van al mercado de exportación. No estamos tampoco ante un producto maduro sino, más bien al contrario, uno de alto de valor añadido. Exactamente, lo que todos los expertos dicen que debe ser el objetivo de la industria vasca. Pues sí que estamos bien. Las empresas que fabrican productos maduros se nos mueren y las de valor añadido se nos escapan.
El Valle de Ayala, la zona de Álava donde tiene sus principales centros de producción Tubacex, tiene una tasa de paro superior a la media del País Vasco. Llodio, sede social de la compañía, tiene el 20,5%. Una de cada cinco personas en disposición de trabajar no puede hacerlo. Con esa tasa, renunciar a los puestos de trabajo de una empresa local, por pocos que sean, resulta temerario. ¿Cuántos? No se sabe. Pero lo cierto es que la compañía ha adquirido 10.000 metros cuadrados de terreno y ha hecho una reserva sobre otros 37.000 metros adicionales. En 47.000 metros cuadrados entran algunas decenas de trabajadores. Y sin embargo, todo se mueve en un escenario indolente. A nadie parece preocuparle. Como si se aceptase ya que tampoco pasa nada por tener que desplazarse en el futuro un centenar de kilómetros para encontrar trabajo en alguna industria. Y, por cierto, ¿de qué sirven los esfuerzos de la Administración vasca para atraer inversiones, si son las empresas vascas las que cruzan la frontera de la comunidad autónoma para instalarse en la de al lado? La 'marca Euskadi' no la forjan las campañas de publicidad ni las declaraciones de los políticos o los cargos institucionales, sino este tipo de situaciones.
La empresa tampoco ha explicado mucho sobre el asunto. La transparencia nunca ha sido un valor en alza entre las empresas en general y en las vascas en particular, que siempre encuentran una buena razón para justificar la ocultación de las cosas. El 'virus Fagor' -el caso se acabará estudiando en las escuelas de negocio como obra maestra de lo que jamás hay que hacer en la comunicación empresarial- es de amplio espectro. En Euskadi tiene tintes de pandemia. Pero ya se ha encargado el presidente de la comunidad cántabra de dar algunas claves para sacar pecho. Lo hizo el viernes, en un acto organizado por otra empresa con sede social en el País Vasco, aunque de propiedad brasileña, Gerdau, en la localidad de Reinosa, donde este grupo tiene una filial. En un discurso pronunciado ante trabajadores de Gerdau y su equipo directivo, Ignacio de Diego desveló que atraer a Tubacex a Cantabria ha sido posible gracias a la "paz social" que ofrece el territorio y a la "colaboración de los sindicatos", de donde hay que deducir que ellos también han participado en la oferta. Competencia en estado puro. No solo compiten los territorios y las empresas... también los sindicatos. Interesante.
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