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Desde el pasado 1 de enero, los trabajadores que deseen jubilarse con todos sus derechos deberán haber cumplido 65 años y 3 meses -un mes más que en 2014-, al entrar en vigor el tercer aumento de la edad desde la reforma de las pensiones de 2011. La nueva normativa fijó el inicio de la elevación de la edad de retiro para 2013, a razón de un mes por año en una primera fase, dentro de un proceso que concluirá en 2027, cuando la jubilación ordinaria se producirá a los 67 años. El retraso del abandono del mercado de trabajo es una reforma que han adoptado prácticamente todos los países europeos en los últimos años y tiene por objeto la sostenibilidad de los sistemas públicos de pensiones.
Se trata de una medida impopular, para cuya aplicación se ha argumentado, entre otras cosas, el aumento de la esperanza de vida de los trabajadores, una circunstancia que con la crisis se ha visto agravada por la situación de las finanzas públicas y las elevadas deudas soberanas. Y en tal coyuntura, como es totalmente desaconsejable la subida de las cotizaciones al sistema para elevar la recaudación, la solución para la viabilidad del sistema ha sido no solo retrasar la salida del mercado laboral, sino la adopción de otras reformas que suponen, a la postre, el ajuste del gasto a costa de unas prestaciones más bajas de las que hubieran correspondido a los beneficiarios con la anterior normativa.
Pese a todo, aquellos trabajadores con largas carreras de cotización podrán seguir retirándose con todos su derechos a los 65 años. En concreto, durante 2015 podrán jubilarse a esa edad si han estado afiliados a la Seguridad Social durante 35 años y 9 meses, tres meses más que en 2014. Cuando finalice el proceso transitorio de aplicación de la reforma, será necesario haber cotizado durante 38 años y 6 meses par poder retirarse a los 65.
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