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El amianto sigue matando de manera silenciosa a parte de quienes durante décadas trabajaron con este mineral maldito. El domingo la víctima fue Armando Pardo. Destacado militante de CC OO Euskadi, fue miembro de la comisión ejecutiva de la Federación de Industria y «una persona comprometida al máximo nivel con los valores» de la organización obrera.
Pardo, que ya estaba jubilado, había desempeñado su labor profesional en Elequi. Estaba afectado por una asbestosis y otras afectaciones pleurales derivadas del contacto con el amianto en su puesto de trabajo como tornero, según recordó CC OO. Inspección de Trabajo comprobó que en su empresa «se utilizó amianto como materia prima» para la fabricación de fibrocemento y para cubrir los troqueles, constatando que «se incumplían medidas preventivas básicas, como la instalación de aspiración localizada, el uso de protección respiratoria o la realización de las oportunas evaluaciones higiénicas».
Al trabajador, despedido ayer por familiares, amigos y compañeros en un tanatorio de Barakaldo, se le había reconocido una incapacidad permanente absoluta por enfermedad profesional debido al contacto con esta sustancia, y el Instituto Nacional de la Seguridad Social de Bizkaia había dictado un recargo del 50% de todas las prestaciones originadas debido a la «ausencia de medidas de seguridad» en la empresa. Hay que decir que no en todos los casos los afectados por esta contaminación logran que les sea reconocida la enfermedad profesional y la ampliación de la susodicha prestación.
De hecho, ayer mismo, los familiares de un trabajador de CAF, muerto por un cáncer de pulmón desarrollado tras su exposición al amianto en su trabajo, declararon ante el juez para reclamar a la empresa un recargo de las prestaciones que les corresponden. Miembros de la Asociación de Víctimas del Amianto de Euskadi (Asviamie) se concentraron ante el Palacio de Justicia de San Sebastián durante la vista.
«Sin ninguna protección»
Asviamie explicó que el operario fallecido prestó servicio entre 1946 y 1993 en la planta que CAF tiene en Irún, donde desarrolló labores de peón, montador y encargado en el taller de boggies, además de ser jefe de equipo en la sección de reparaciones. Esta asociación aclara que en el desarrollo de sus diferentes funciones estaba en contacto directo con el mineral asesino sin contar con «ningún tipo de medida de protección», como aspiradores o mascarillas. Además, según añade el colectivo de víctimas en Euskadi, «la empresa nunca informó a los empleados del riesgo que implicaba la exposición al amianto, ni les sometió a reconocimientos médicos específicos».
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