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El 2 de octubre falleció Rafael Fernández, a los 68 años, por un mesotelioma por haber estado en contacto con el amianto en Altos Hornos. Su vida acabó en 16 meses. Avelina Fernández, su viuda, critica que en Osakidetza no le preguntaron por el amianto.
Juanjo BASTERRA
Nunca se imaginó que detrás de la fortaleza de su marido, Rafael Fernández Gallego (68 años), se escondieran en sus pulmones y en la pleura fibras de amianto que le fueron minando por dentro hasta que en junio de 2012 le detectaron el mal. Dieciséis meses después, el mesotelioma que reprodujo se llevó por delante a este extrabajador de Altos Hornos, que estuvo activo hasta el último día de esa empresa siderúrgica, a sus 52 años. Era soldador de alta presión y el contacto con el mineral cancerígeno era habitual en su trabajo diario. Su viuda, Avelina Fernández, acudió a GARA junto a uno de sus dos hijos, Javi, para relatar lo sucedido. Todavía admite que «no se lo cree», porque su esposo, con el que vivió 43 años, «tuvo una vida muy sana. Hacía mucho deporte, buceaba, subía al monte, andaba con la bicicleta. Era un hombre sano», dijo su viuda, siete días después de incinerar a su marido. «Han roto mi vida. No hay derecho», afirma con entereza Avelina Fernández, quien asegura que se volcará con la Asociación de Víctimas del Amianto de Euskadi (Asviamie) para trabajar y difundir que «el amianto mata. Que es un mineral cancerígeno que te deja sin vida de una manera silenciosa y en poco tiempo». Admite que «había leído en el periódico noticias del amianto, pero no podía creer que afectara a mi marido, un hombre sano, se cuidaba y hacía mucho deporte variado».
Su hijo manifiesta que fue en el hospital de Laredo que acudió al tener una «tos rara» en donde «nos dijeron enseguida que era un tumor, maligno». «Allí nos preguntaron si había trabajado con amianto». «Una vez que se confirmó, ya no hubo dudas», añadió su viuda, quien recordó el diagnóstico certero del neumólogo doctor Zabaleta. También explicó su paso por otro hospital en Valdecilla, más tarde en el hospital bilbaino de Basurto para ir a morir al hospital de Santa Marina. «El personal médico, las enfermeras, los celadores nos han tratado muy bien. En Santa Marina, me dejaron -incluso- estar con él durante la ultima hora de su vida. Me avisaron a las cuatro de la madrugada y pude despedirme de ese gran hombre».
En todo momento explica que «ha sido muy duro. He tenido, incluso, que sedar a mi marido, porque ya no soportaba los parches de morfina. Ese día pensé en tirarme por el balcón de casa. Tanto sufrimiento. Me gustaría que Sanidad no ocultase todo esto. Porque es importante que las familias sepan que es una enfermedad profesional».
Silencio de Osakidetza
Avelina y su hijo, sin embargo, recuerdan que «aunque en Laredo enseguida nos dijeron que era un tumor por el amianto, en Osakidetza no han mencionado el mineral cancerígeno para nada». Parece que hay un velo que tapa esa realidad que está muy presente en Hego Euskal Herria, porque las extrapolaciones que barajan los expertos confirman que hasta el año 2025 podrían fallecer entre 8.000 y 10.000 personas por cáncer derivado de la inhalación de amianto. De hecho, con la muerte a comienzos de este mes de Rafael Fernández, suman ya 116 fallecidos por amianto desde 2008 en Hego Euskal Herria, diez solo este año.
Javi Fernández explica que «en Osakidetza no nos dijeron nada, pero en Asviamie nos explicaron lo que iba a pasar con este cáncer. Se ha cumplido todo. Nos han ayudado mucho». Tanto su viuda como su hijo remarcan que estos últimos dieciséis meses de vida «han sido muy duros. No se los deseo ni a mi peor enemigo», indica Avelina Fernández, quien admite que tuvo que acudir a una sicóloga «porque no entendía como mi marido, con esa fortaleza, se podía ir de esa manera tan rápida». Indica, además, que ella ha lavado los buzos y la ropa del trabajo que traía a casa su marido de Altos Hornos. «Soy candidata», afirma, pero no ha sido incluida en ningún listado de vigilancia postocupacional, ni tampoco algunos de los trabajadores que estuvieron codo con codo con su marido. Porque su hijo explica que «nos decía que hacían masa con amianto, que comían los bocadillos en zonas blancas del polvo de amianto y que estaba en el ambiente». No pensaban nunca que, al final, su padre pasaría por esa situación dramática. «Porque es como si estuvieras en una pecera encerrado y te fueras quedando sin agua. Así pasó sus últimos días mi padre», relató. demanda judicial y denuncia pública
Avelina Fernández reconoce que gracias a los informes médicos tiene la declaración de enfermedad profesional, pero en diciembre habrá una demanda judicial por daños y perjuicios, además de falta de medidas de prevención y protección. «Mi vida se paralizó hace 16 meses», pero admitió que «quiere aprovecharla para difundir y realizar estas denuncias públicas de lo que el amianto ha representado y representará para miles de trabajadores y sus familias».
Por eso, a quienes dirigieron AHV señala que «a parte de la poca vergüenza que han tenido, espero que todo el dinero que se han ahorrado en la salud de los trabajadores, entre ellos mi marido, que les toque a ellos y verán que el dinero no sirve en estos casos para absolutamente para nada».
Siete días después de incinerar a su marido, Avelina Fernández llama a concienciarse y a sacar a la luz este grave problema. J. B.
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